lunes, 23 de febrero de 2009

FIESTA AJADA














En la fiesta
nos dijimos
con los ojos
hasta otra.

Tú te fuiste
agarrada
de la mano
del destino.

Yo llorando
en la barra
del olvido
de las horas.

Desde entonces,
los ratones
no se escapan
de los gatos.
Desde entonces,
mi cabeza
se imagina
que te tiene.
Desde entonces,
ya no hay nada,
y si hay algo
es mentira.

domingo, 22 de febrero de 2009

NOCTURNO



















La noche que me gusta es cómplice y fraterna,
lleva un beso delante y una traición detrás,
tiene olor a Chanel y a tigre sin cisterna,
y en ella ciertas veces se hospeda Satanás.

La noche que me gusta es igual que tus ojos,
un ron sin cocacola, un canuto de más,
viste una minifalda con zapatitos rojos,
en el ombligo un piercing, en la boca un quizás.

La noche que me gusta tiene menos futuro
que las notas de un bajo sin cuerdas ni compás,
siempre hay algún borracho que sujeta su muro
entre relojes muertos y tragos de aguarrás.

La noche que me gusta está hecha de esquinas
con mujeres que dicen «ven, no te aburrirás»,
y botellas de güisqui en todas las cantinas,
la noche que me gusta no amanece jamás.

LA VIDA ES ETERNA EN CINCO MINUTOS

Hay veces que la magia de las canciones se nos pasa de largo. Ayer escuché una canción que ya conocía, de Víctor Jara, asesinado por el brazo negro de la dictadura, titulada «Te recuerdo Amanda». La verdad es que cuando la oí se me erizaron los pelos del alma. Descubrí que no había interiorizado la lírica de sus versos, que me había quedado con lo más irrelevante de la canción, mientras que esas pinceladas de poesía y filosofía no me habían manchado la piel.

La vida es eterna en cinco minutos. Esa es la metáfora de la canción. Y de la vida. Una metáfora simple, vanguardista, sin trebejos ornamentales. Los amores eternos pueden durar cinco minutos, porque sólo se necesitan cinco minutos para entrar en el umbral del amor y querer de verdad. ¿Y qué es la vida sino cinco minutos? Esos cinco minutos de charla con el amigo, de escuchar nuestra canción favorita, de sentarnos en nuestra terraza veraniega a tomar algo… «Te recuerdo Amanda» es una oración pagana a la vida en cinco minutos que, como dice Jara, nos hace florecer.
Para escuchar la canción, en boca del flamenco José Mercé, pinche aquí: http://www.youtube.com/watch?v=Md_oOfzRbTQ

AYER FUI A COLLIOURE



Los lugares sagrados nos permiten caminar por la raya del pasado en primera persona. Nos hacen partícipes de la historia, nos dejan escribir su futuro. Collioure es uno de esos lugares. Y ayer pude caminar por sus calles marítimas −por las cuales hace 70 años anduvo don Antonio−, ver sus casas repintadas, y perseguir a la muerta hasta el cementerio. Las flores de la tumba de Machado imitan el tricolor de una bandera a media asta por las dos Españas. Esas que nos han helado el corazón tantas veces, y, sin embargo, no podemos dejar de quererlas. Esas dos Españas que han echado de sus fronteras a los españoles más ilustres que ha tenido. Ayer fui a Collioure, ligero de equipaje, sólo con un poema, y la misma dignidad que todos los exiliados internados en los campos de concentración del sur de Francia. Ayer fui a Collioure, como muchos otros. Ayer fui a Collioure porque igual que algunos versos que, misteriosamente, se quedan para siempre en la memoria, no me hará falta recordar el camino hacia esa ciudad, porque son sendas que quedan en el alma.


LIGERO DE EQUIPAJE

Hoy te recuerdo, padre de ríos y montañas,
en este santuario contrito del lenguaje,
hoy te recuerdo así, ligero de equipaje,
con el corazón roto entre las dos Españas.

Anestesia el invierno la voz de la cultura,
la colonia barata de un país con fibromas,
banderas tricolores, manchas en el idioma
de la generación febril de la amargura.

En los días azules como el sol de la infancia
escribes los primeros y los últimos versos,
taciturno y esquivo, mohíno tras los tersos
cipreses enlutados por la luna de Francia.

Collioure es el sepelio del olmo moribundo
que mantiene un coloquio de lluvia con la muerte.
«Buenas días, maestro, hemos venido a verte,
hagamos los poemas más alegres del mundo».

Mientras seas el verbo fugaz que me subleva,
vigía del Parnaso, llave de Andalucía,
fruto de las retamas de la melancolía,
conmigo vas, Antonio, mi corazón te lleva.